lunes, 24 de septiembre de 2007

Vida

En mi trabajo hay miles de momentos a lo largo del día en los que me siento especial. Por eso decidí elegirlo, porque me llena. Pero hoy sin duda me he sentido especial más allá de mi propia persona. Me he sentido especial y única reflejada en el todo de las cosas.

Hoy ha salido una conversación entre una madre y un abuelo en clase sobre los límites, sobre la relación entre madres e hijos. El abuelo, ha dicho que ha visto crecer a muchos niños; sus hijos, sus sobrinos, sus nietos... y que ha formado parte en la educación de muchos de ellos. Con muchos mantiene una relación fascinante, especial. Pero ha dicho, que sin duda, nada de lo que él pueda sentir es comparable a lo que una mujer puede sentir hacia su hijo. Ese vínculo, después de llevarlo dentro de ti durante tanto tiempo...

Me he sentido enormemente llena de ser mujer. Creadoras de vida, las que, aunque no lo pensemos, estamos hechas para proteger y dar seguridad a algo que nisiquiera imaginamos. Chispas de magia que revolotean alrededor de nuestro cuerpo y que son capaces de insuflar vida a aquello que no lo tiene. Calor, espíritu.
Esto que he escrito hoy no intenta ser un mensaje feminista, en absoluto... es tan sólo la más pura esencia de la vida... es que hoy me he sentido completamente naturaleza...

Durante ese momento, me he sentido tierra, me he sentido aire, fuego y agua. Me he sentido éter, en medio de todo.

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